Elisa Blanco González - Cardióloga
El soplo cardíaco es un motivo relativamente frecuente de angustia para quien se le detecta, en ocasiones con razón, pero en muchos otros casos, por falta de información. Muchas personas a día de hoy siguen pensando que un soplo es una enfermedad en sí misma, cuando en realidad es un hallazgo clínico. Puede llevar al diagnóstico de una enfermedad, pero en otras ocasiones no se corresponde con patología alguna. En este artículo intentaremos arrojar algo de luz sobre dicho signo.
Primero deberíamos tener en cuenta algo fundamental. El soplo es un signo, no una enfermedad. Los signos (lo que observa el médico) y los síntomas (lo que cuenta el paciente), son los datos que permiten establecer el diagnóstico de una enfermedad. Para entenderlo, pongamos un ejemplo muy sencillo: Si una persona ha sufrido un esguince de tobillo (lesión o enfermedad diagnosticable), tendrá síntomas (como dolor al mover el tobillo en cierta dirección) y signos (por ejemplo tumoración -hinchazón- en la zona dañada). El diagnóstico de esta persona no es "dolor de tobillo" ni "hinchazón de tobillo", sino "esguince de tobillo". Del mismo modo, el soplo no es un diagnóstico; es un signo físico que el médico puede emplear para detectar una patología, pero afortunadamente no siempre es así (al igual que existe gente que tiene un tobillo aparentemente hinchado por su constitución anatómica, no por patología).
Por ello, el soplo es un signo auscultatorio, y le llamamos así, precisamente por su sonido. Normalmente, la auscultación cardíaca estándar permite oír dos tonos en cada ciclo (el famoso "pum-púm" que sale en las películas, o que alguna vez habrá escuchado de pequeño con un estetoscopio de juguete o al pegar el oído al tórax de un familiar). Mucha gente cree que está escuchando la contracción de la aurícula y el ventrículo, pero en realidad, son cierres valvulares: el primer tono (el primer "pum") es el cierre de dos válvulas (las que separan la aurícula del ventrículo en ambos lados -la mitral y la tricúspide-), y el segundo tono, el cierre de las otras dos (las válvulas de las arterias de salida -aórtica y pulmonar-).
Si los volúmenes de sangre que se mueven en cada latido, lo hacen de modo laminar (sin turbulencias), sólo escucharemos esos dos tonos. Sin embargo, si se forman turbulencias (luego hablaremos de ellas), muchas veces generarán un sonido audible, que llamamos "soplo" por su habitual similitud con el sonido que haría un soplido o una corriente de aire. Volviendo a las onomatopeyas, en lugar de "pum-púm", escucharemos "pum-fffffpúm", en el caso de un soplo sistólico.
No son el único hallazgo auscultatorio potencialmente patológico; existen otros, (como por ejemplo el desdoblamiento de uno de los tonos, cuando uno de los pares de válvulas no se cierran al unísono), que en ocasiones también pueden orientar al médico a desenmascarar una patología.
Existen muchos motivos que pueden dar lugar a una turbulencia en el flujo de la sangre: estenosis (estrechamiento) de alguna de las válvulas, insuficiencia valvular (cierre incompleto), una comunicación patológica entre cavidades cardíacas (comunicación interauricular, comunicación interauricular) o un ductus arteriosus persistente (una arteria vestigial que debería haberse cerrado durante el nacimiento). Sin embargo, también existen turbulencias causadas por variantes anatómicas que no provocan ninguna patología, pero que de todos modos generan sonido audible (soplo). Es decir: existen muchos soplos que no se corresponden con una patología, y por ello no son un problema para el paciente.
Hasta hace relativamente pocos años, no existían técnicas complementarias para diagnosticar y cuantificar las patologías que afectan al bombeo cardíaco, y estos hallazgos auscultatorios eran prácticamente el único dato en el que el cardiólogo y el cirujano cardíaco podían confiar para diagnosticar y decidir el tratamiento (que en muchos casos podía ser quirúrgico) de un paciente afectado de una patología. Por ello era absolutamente fundamental saber auscultar y describir con la mayor precisión este sonido (tonalidad, si se expresaba en diástole o en sístole, en qué momento de la sístole, en que áreas del tórax se escuchaba con más intensidad, etc).
Sin embargo, en las últimas décadas se han desarrollado múltiples herramientas que ayudan a diagnosticar correctamente estas enfermedades cardíacas: desde la radiografía simple (barata, no demasiado radiante, pero poco precisa para cavidades cardíacas) a los estudios hemodinámicos con catéter, las ventriculografías, resonancias magnéticas, entre otras... y sobre todo la ecocardiografía, una herramienta inocua (utiliza ultrasonidos, no radiaciones ionizantes) y cada vez más incorporada a la consulta normal del cardiólogo.
Pese a todo el desarrollo tecnológico, sigue siendo muy importante para un clínico diagnosticar y caracterizar correctamente los soplos y demás hallazgos de la auscultación cardíaca, (nunca vamos a disponer de algo tan barato y accesible como una auscultación con estetoscopio), pero en caso de duda, tendremos la posibilidad de derivar al paciente a un cardiólogo que pueda confirmar por eco si ese soplo que ha escuchado el médico de familia o el pediatra en consulta se corresponde o no con una patología cardíaca.
No siempre es necesaria la valoración por pruebas complementarias. Conocemos soplos que son claramente benévolos ("soplos inocentes", como el soplo de Still, muy frecuente en niños de 2 a 8 años, que no comportan ninguna patología ni ninguna limitación para quien los presenta. Sin embargo, dada la disponibilidad cada vez mayor de la ecocardiografía, y su total inocuidad, lo más razonable ante la más mínima duda es derivar al paciente a un cardiólogo que disponga de la posibilidad de aplicar estas técnicas.
En resumen, si a Vd. o a un familiar próximo le han informado de que tiene un soplo, no se angustie innecesariamente. Un soplo es un signo, como lo es la fiebre, el rubor o la hinchazón. Su presencia obliga a valorarlo detenidamente. Pero si después de estudiarle adecuadamente no han encontrado una patología que lo justifique (por las pruebas, o porque las características del soplo fuesen claramente benévolas), puede vivir con normalidad.