Terapeuta Ocupacional
Centro Médico Pontevedra
En la actualidad mantenemos un ritmo de vida tan intenso que no nos da tiempo ni a pensar en ello. Nos involucramos en múltiples actividades distintas, no paramos de hacer cosas, adoptamos diferentes roles en función a las circunstancias como madre, vecino, amigo, estudiante, empleado, conductor colérico… Muchas veces necesitamos hacer malabares para poder equilibrarlo todo.
Pero, imagínate, un día puede producirse un cambio inesperado, de repente, casi sin darte cuenta de cómo pasó, te encuentras en un hospital rodeado de tu familia y amigos, y un médico que te explica que has sufrido un ictus. Es entonces cuando tu realidad se desorganiza, como si pasara un tornado que lo lanza todo a muchos kilómetros de distancia, pero sin saber muy bien todavía cuáles serán los desperfectos causados.
Tras esta fase de desconcierto vuelves a casa, con los mismos papeles en la obra de tu vida. Tú sigues siendo el mismo, padre/madre de tus hijos, sigues necesitando ir a trabajar para ganar dinero, sigue gustándote salir a pasear la tarde de los domingos o ir de barbacoa con los amigos; pero ha habido un cambio de planes. Por fin de vuelta en casa, despiertas por la mañana en tu cama de siempre, empieza un nuevo día. Todo el mundo está contento a tu alrededor, ya estáis de nuevo todos juntos, y el ambiente festivo es contagioso. Lo primero es levantarse de la cama, pero tu cuerpo pesa más de lo habitual, está lento y desobediente, con un poco de ayuda te incorporas. Hay muchas cosas que hacer, trabajo pendiente, visitas de amigos y muchas ganas de retomar tu vida donde la dejaste. Pero ahora mismo, toda tu energía está centrada en vestirte, te cuestionas cómo poner la camisa, tus pies parecen demasiado lejos para alcanzarlos, y nunca te habías planteado lo complicado que es atarse los cordones, sobre todo con una sola mano. Tareas tan cotidianas como el aseo personal, la ducha, que antes era un momento de soledad y relax se convierte ahora en un trabajo en equipo; y ya no digamos alcanzar los recovecos más escondidos... Ahora se revela contra ti la tostada del desayuno, no hay forma de extender en ella la mantequilla. Resulta agotador, pero date cuenta de que todavía no has salido por la puerta de casa.
Los retos a los que se enfrenta una persona que ha sufrido un daño cerebral (ya sea de origen vascular, traumático o por enfermedad) son enormes. Actividades básicas que antes se realizaban en el día a día de forma automática e inconsciente, tras la lesión, requieren toda la atención del afectad@, lo que implica un mayor gasto de energía física y mental, además de un proceso emocional complejo muy relacionado con el nuevo estado de dependencia. En algunos casos (lesión pequeña, paciente joven, rehabilitación precoz), la intervención de un servicio de rehabilitación logra una recuperación completa, pero en muchos otros quedan déficits permanentes (por ejemplo sensitivos o motores). Aún en estos últimos, es posible una recuperación de la autonomía perdida, desarrollando habilidades que compensen el déficit.
El proceso de rehabilitación no debe reducirse al entorno hospitalario, ya que la vida del individuo no se limita a esas cuatro paredes. Desde Terapia Ocupacional se realiza una valoración de los componentes sensoriomotores y cognitivos que pueden estar afectando a la autonomía de la persona en tareas cotidianas, posteriormente se inicia un tratamiento para recuperar la función perdida o alterada, a través de rehabilitación y/o adaptación de la actividad y del entorno real. El objetivo final es que la persona alcance una calidad de vida óptima, potenciando la independencia en ocupaciones de autocuidado, laborales y/o ocio, para restablecer en la medida de lo posible los roles previos al accidente cerebral. Es muy importante tener en cuenta que, incluso cuando queda un déficit neurológico permanente, la Terapia Ocupacional puede conseguir, pese a todo, reducir al mínimo posible el impacto en la autonomía y en la calidad de vida de la persona, gracias a la reeducación funcional.