Neuropsicóloga
Pocas cosas hay
que angustien más a un padre que el dejar a su hijo llorando en el
colegio o la guardería. Esto suele ocurrir con mucha frecuencia
durante la primera semana, pero hay niños que “alargan” su
proceso de adaptación, y siguen llorando al entrar al cole o incluso
mientras permanecen en él durante toda la mañana. Lo primero es
entender que el cambio es grande, pues del ambiente seguro y reducido
de casa les hacemos pasar a un sitio desconocido, con muchos extraños
y con rutinas nuevas.
¿Qué podemos
hacer para reducir su angustia (y la nuestra)?
En primer lugar,
debemos evitar responsabilizarlos de nuestra angustia. ¿Cuántas
veces habremos oído la frase “no llores, que mamá se pone
triste”? Su propia angustia y tristeza tienen su razón de ser, por
lo que de poco sirve echarles encima el peso de la nuestra. En lugar
de ello, resulta mucho más reconfortante para él decirle que
sabemos que está triste y asustado, y que prefiere estar con mamá y
papá en lugar de en el cole, pero pronto el cole será un lugar muy
divertido en el que se encontrará a gusto.
También
puede ayudar buscar una solución formando “equipo”, para que
sepa que lo entendemos, que sabemos por lo que está pasando y que
juntos podemos encontrar una solución. Para ello, hay multitud de
ideas. Entre las más populares se encuentran el dejar que lleve al
colegio un objeto o un juguete con el que se sienta a gusto y que le
aporte seguridad. Así, se sentirá más acompañado. Otra posible
solución consiste en crear un símbolo de unión con algún objeto
que compartan todos los miembros de la familia, por ejemplo, una
pulsera “mágica” de hilos de colores. Papá, mamá y el o ella
pueden tener una pulsera igual y, cuando esté en el cole, esta
pulsera le hará sentir cerca a papá y mamá, y el miedo será
menor. Sea cual sea el objeto o símbolo utilizado, debe ser
entregado en un momento relajado en casa para que ya lo lleve puesto
al colegio, pues si se la damos a la entrada del centro lo asociará
al momento de la separación.
Es
igual de importante no dramatizar, e intentar dejar al niño “con
alegría” en el colegio, sin mostrar tristeza al despedirnos. Así,
evitamos causarle la sensación de que le estamos dejando en un sitio
horrible o que le estamos haciendo algo malo. Por el mismo motivo, se
debe evitar que dicha despedida sea demasiado larga. Nuestra angustia
por separarnos de ellos también es comprensible y el desahogo,
necesario, pero mejor expresarlo en soledad. Previamente
a la llegada al colegio, el camino ya debe ser agradable, con juegos,
canciones, etc. Asimismo, el momento de recogerle a la salida debe
ser también tranquila, evitando proyectar la sensación de que
venimos a rescatarle, sino que venimos a recogerle y nos interesa
mucho saber qué cosas hicieron hoy.
Poco a poco, el
niño aprenderá a gestionar sus emociones, que también es divertido
estar con los amigos del cole y que al final de la mañana vienen
papá y mamá.
Si
esto no ocurre en el plazo aproximado de dos semanas, será elmomento para buscar una posible explicación a esa ansiedad. Hablar
con el profesor o educador, o con otras madres para conocer las
reacciones de los demás niños puede ayudar a descartar causas que
la agraven. También será el momento para acudir al psicólogoinfantil, quien descartará otro tipo de problemáticas y tratará la
ansiedad de separación hasta que el proceso de adaptación se
normalice.
No
olvides que:
dialogar con el niño acerca del colegio, lo que hace, lo que le
gusta, reforzarle por su esfuerzo y mostrar tu orgullo por los logros
le ayudarán a sentirse mejor. También es importante estar atentos a
la información negativa: posibles agresiones por parte de
compañeros, mala relación con el profesor, etc… Si el niño tiene
la seguridad de que le escuchamos, será más fácil para él
expresar su angustia y los motivos de la misma, un paso
imprescindible para reducirla.