lunes, 27 de agosto de 2012

¿Es malo automedicarse?

Iago López Gálvez
Médico de Familia
Centro Médico Pontevedra

Con frecuencia vemos en los medios de comunicación noticias relacionadas con el fenómeno de la automedicación y los problemas sanitarios que conlleva. Esto, si bien en buena parte es cierto, creo que requiere una serie de matices con respecto a las repercusiones de esta práctica, para evitar una demonización excesiva de una práctica que puede resultar útil tanto para el paciente como para la salud pública.


 
La mayor parte estaremos de acuerdo que nadie debería, por ejemplo, autodiagnosticarse una enfermedad de Parkinson y comprarse un fármaco para tratarse; y, en el extremo opuesto, todos podemos percibir el alto grado de absurdo que podría suponer que todos tuviésemos que ir al médico para “pedirle permiso” para tomar un paracetamol por un dolor de cabeza.

Por ello, parece obvio que sería útil establecer algún tipo de punto de encuentro de modo que el ciudadano, alcanzando unos mínimos conocimientos, y utilizando unos cuantos fármacos autorizados, obtenga beneficio y no sufra perjuicios por la farmacología.

La labor del profesional sanitario, muy particularmente del médico y del farmacéutico, es crucial a la hora de informar correctamente sobre las indicaciones, cualidades y precauciones de ciertos fármacos de uso común.

De esta postura nace el término “automedicación responsable” (el uso racional y correcto de fármacos sin receta), frente al término “autoprescripción” (el uso de fármacos específicos de prescripción médica); siendo esta última la realmente perjudicial.



A mi entender, estos consejos le pueden ayudar a realizar una automedicación responsable:

1. Todo fármaco, por el mero hecho de serlo, puede tener efectos secundarios e interacciones, aún cuando se permita la venta sin receta. Lea siempre el prospecto, muy particularmente los capítulos de interacciones y contraindicaciones. Compruebe que el medicamento no está contraindicado en una persona de su perfil, y compruebe que no tiene interacciones descritas con otros medicamentos que ya esté usted tomando.

2. Es preferible la monoterapia (el uso de medicamentos que contienen sólo un principio activo) cuando sea posible. A menor número de principios activos, menor riesgo de interacciones.

3. Hay que tener en cuenta que los medicamentos de medicinas alternativas también son fármacos, y por ello también están sujetos a efectos secundarios. Principios naturales tales como el extracto de hipérico (hierba de San Juan) presentan importantes interacciones medicamentosas. Debería poner en conocimiento del médico si toma algún tratamiento alternativo, para evitar interacciones con el fármaco que su médico le pueda prescribir. El consumo de alcohol se rige también por esta norma.

4. Muchas personas padecen enfermedades crónicas con reagudizaciones, que, en muchos casos, son fáciles de detectar por la propia persona, y poseen tratamiento concreto, tales como el asma o la insuficiencia cardíaca.  Siempre que fuese posible, sería muy útil consensuar un tratamiento con su médico para estos casos (p.ej, cada vez que se presenta una reagudización asmática, utilizar un determinado inhalador con una pauta concreta; o bien la pauta de medidas a utilizar en caso de reagudización de una insuficiencia cardíaca conocida). El pactar tratamientos con su médico para reagudizaciones, aumenta la precocidad en el tratamiento.

5. Salvo en esta excepción descrita en el apartado 4, siempre deberían ser utilizados medicamentos en cuya venta no es obligatoria la receta médica, aún cuando sean tratamientos tópicos (cremas, sprays, etc).

6. Siempre deberían emplearse ante procesos conocidos y comunes, tales como cefaleas, catarros, pequeñas contusiones, etc. En caso de patologías complejas o crónicas, deberían haber sido diagnosticadas anteriormente. Por ejemplo, el reflujo gastroesofágico, que es una patología muy común, suele tratarse muy fácilmente con fármacos como los IBP (omeprazol) o antiH2 (ranitidina). Sin embargo, el diagnóstico inicial de reflujo siempre debería haber sido realizado por un médico.



Nota: Un factor que a menudo se presta a confusión es el término “con receta”. Las menciones de este artículos se refieren siempre a fármacos que no se pueden vender sin la receta (prescripción) de un profesional. Esto no debe confundirse con el concepto de “medicamentos financiados por el Sistema Nacional de Salud”. Existen fármacos financiados que se pueden vender sin receta, como el paracetamol, y fármacos no financiados pero que requieren receta médica, como la vareniclina.